El Escándalo Del Abuso Sexual En La Iglesia Católica De Los Estados Unidos: Medios De Comunicación Y Religión: Un Estudio De Caso

Frances Forde Plude

La mayoría de los sacerdotes católicos vivos hoy en los Estados Unidos han sido testigos de muchos cambios al interior de su Iglesia. Han visto católicos que han llegado a ser protagonistas en la cultura estadounidense. Han visto cómo la Iglesia se reinventa a sí misma frente al mundo moderno y en concordancia con otras revoluciones importantes de los años sesenta. Han visto cómo una cultura del disenso se trasmina en la institución debido a los profundos desacuerdos entre teólogos y otros miembros de la Iglesia sobre el modo de implementar el Concilio Vaticano II.

Hoy la Iglesia Católica Romana está viviendo una de sus crisis más profundas desde los años de la Reforma. Está claro que un número considerable de sacerdotes y algunos laicos pertenecientes a la Iglesia han forzado a individuos (hombres y mujeres), muchos de ellos muy jóvenes y vulnerables, a vivir experiencias sexuales. En esto está implicado un porcentaje relativamente pequeño del total de los sacerdotes y representa un porcentaje también pequeño de casos de abuso sexual dentro de la población total. Aun así, la cruda realidad de este escándalo, y lo que es más significativo, la incapacidad de los líderes de la Iglesia para enfrentar adecuadamente este problema de los sacerdotes están haciendo una profunda mella en el corazón de la cultura católica en los Estados Unidos. Me propongo presentar un estudio del papel que han jugado los medios en este drama que todavía está vigente y de cómo deberían responder las Iglesias al nuevo entorno mediático.

Intentaré analizar la situación desde la perspectiva laica y no desde la perspectiva y las políticas de la Iglesia institucional y de sus líderes. Este análisis se basa en mi conocimiento personal de la Iglesia Católica y de un número considerable de sacerdotes, muchos de los cuales han sido descubiertos como abusadores sexuales. Lo que me propongo es observar estos escándalos a la luz de un contexto mediático nuevo. Mi análisis incluye el estudio de algunos periódicos estadounidenses, del cubrimiento de la televisión, de algunos periódicos católicos y de algunos sitios de Internet. También echaré mano del conocimiento que me dan varias décadas dedicadas al estudio de prácticas de comunicación de la Iglesia Católica. A medida que el cubrimiento que hicieron los medios del fenómeno del abuso sexual se fue acumulando salieron a relucir ciertas tendencias. He intentado identificar estos patrones comunes y plantear preguntas apropiadas. ¿Hasta qué punto han jugado los medios un papel fundamental al poner al descubierto un secreto tan bien guardado? ¿Han hecho los medios un cubrimiento profundo e imparcial del problema? ¿Cómo ha respondido la Iglesia Católica a este cubrimiento? ¿Qué papel ha jugado Internet como foro de discusión? Y, lo que tal vez es más importante, ¿cómo deberían los líderes de ésta y de otras Iglesias modificar sus prácticas en los medios y el flujo de comunicación interna a la luz de un entorno global, competitivo y mediático con su nueva cultura interactiva?

Al estudiar el contexto de los medios tenemos que preguntarnos cómo debería permear un proceso dialógico o dialéctico la realidad comunicativa de la Iglesia. ¿Qué conflictos parecen inherentes a este entorno interactivo? ¿Cómo enfrentar estas tensiones si la Iglesia Católica necesita que la herida cicatrice para poder salir avante con mayor fuerza moral en un mundo postmoderno?

El Entorno Mediático Transformado

Hoy en día el entorno mediático tiene tres características pertinentes para nuestra discusión:

  1. Tenemos ahora una nueva manera de estudiar cómo comunica la gente su experiencia religiosa personal a través de los medios

Stewart Hoover ha expresado con claridad que los medios y la religión se entrecruzan más y más ahora que la gente busca un sentido para su vida (2003). A medida que construimos una identidad propia buscamos una autonomía personal en lo tocante a la fe. Wade Clark Roof denomina este fenómeno “un mercado espiritual” (1999). Esto plantea desafíos a la Iglesia Católica.

Si bien la cultura moderna parece secularizada, de hecho las entrevistas hechas para la investigación muestran que muchas personas construyen sentido a través de las narrativas mediáticas que interpretan y lo aplican al desarrollo de su identidad. La búsqueda religiosa, llamada mediación, se da al interior de y es modificada por los relatos de los medios: las crónicas noticiosas, los relatos de entretenimiento y las narrativas publicitarias. Aparentemente, esta es una de las maneras en las que la gente identifica su utilización de los medios como algo significativo; es decir su propia interacción interpretativa le añade sentido y objetivo a su vida.

Esta manera de enfrentar la relación audiencia-recepción de los medios es totalmente ignorada por la mayoría de las autoridades de la Iglesia, quienes siguen haciendo énfasis en que los medios son meros instrumentos que se deben utilizar para transmitir los contenidos de la evangelización. De este modo se descuida totalmente el espacio de los usos que las audiencias hacen de los medios. Los dirigentes de la Iglesia Católica necesitan ser conscientes de que la narrativa del escándalo está siendo mediada por las audiencias y no sólo por las salas de redacción. Los comunicadores de la Iglesia necesitan ponerse al día en su muy limitada comprensión del uso de los medios. Los estudios comunicacionales nos brinda ahora una visión totalmente nueva de los medios y de la cultura y de la forma en la que las audiencias median o interpretan las narrativas de los medios en lugar de ser totalmente manipuladas por el contenido de los programas.

2. Tenemos que reconocer la naturaleza dialógica o interactiva de los medios de comunicación.

En mi estudio sobre el desarrollo de la comunicación interactiva desde la sociedad feudal hasta nuestra cultura postmoderna, he analizado las relaciones de los formatos de los medios con las estructuras culturales y con el pensamiento socioreligioso. Es claro que el medio impreso afectó a la cristiandad medieval al abrir espacio a las voces individuales. Mucho después las tecnologías telefónicas y de sistemas permitieron la interactividad. Por último, la diversidad cada vez mayor de canales de comunicación, especialmente de formatos que permiten la interacción, parecen facilitar la descentralización y la liberación económica, política y religiosa y la decadencia de las estructuras de autoridad jerárquica incluyendo las de las Iglesias.

A menos de que las Iglesias hoy decidan valorar realmente la retroalimentación y la comunicación de dos vías, la autoridad religiosa permanecerá cerrada justo cuando los problemas globales piden a gritos una sabiduría profética. Los católicos estadounidenses, especialmente las mujeres, están pidiendo interactuar más directamente en la administración de la Iglesia y en las estructuras organizacionales de toma de decisiones. Esto también está en proceso de negociación a un nivel teológico al interior de la Iglesia Católica. En un número de Theological Studies, Bradford Hinze (2000) habla de dos modos de abordar el diálogo. “Uno de ellos pone el acento en el papel de la obediencia en el diálogo de la revelación y la Iglesia.” Hinze afirma que la teología oficial de la Iglesia Católica “es representativa de esta enseñanza.” El otro pone el énfasis en “la necesidad de un diálogo abierto, colegial, consultor [...] con voces creativas, críticas y cuestionadoras, voces que han sido acalladas por años, especialmente las de las mujeres y las de las comunidades no occidentales, las de otras Iglesias cristianas (y las de) otras religiones y filosofías...” (2000: 213). El drama que va más allá de la crisis del abuso sexual tiene que ver con la construcción de una Iglesia Católica dialogal. 

3. Cuando se revelan los escándalos, los grupos de la Iglesia y los de las instituciones de los medios tienen intereses e inclinaciones profesionales divergentes. No comparten los modelos de comunicación, la retórica institucional, la forma de abordar la exposición del escándalo ni las soluciones que se buscan.

Paul Soukup ha escrito acerca de las diversas maneras de enfrentar el escándalo asumidas por las comunidades religiosas y las organizaciones de los medios. Su análisis, aunque fue escrito antes de los escándalos actuales de la Iglesia Católica, puede ayudarnos a comprender por qué los grupos religiosos le temen al escándalo y por qué los medios lo consideran de un atractivo particular. Soukup recurre a referencias bíblicas para mostrar que para los grupos religiosos “el escándalo surge como una herramienta para establecer la identidad y el control social al interior de la comunidad religiosa” (1997: 224). Una razón clave para evitar el escándalo tiene que ver con la preservación de la comunidad. La otra, no obstante, puede tener que ver con el esfuerzo que hacen los hombres para preservar su poder y sus privilegios patriarcales.

Soukup afirma que los medios informativos abordan el escándalo de una manera muy diferente. Para las organizaciones de los medios, el escándalo es “un medio para extender su propio poder en la definición de la sociedad y para ubicar otras instituciones en ella. Por tanto, los medios informativos tienden a mirar el escándalo como un ejemplo de hipocresía moral y recurren a la exposición pública, incluso al ridículo para desarrollar el relato. Además, obviamente, muchas agencias de noticias utilizan el escándalo como un producto” (225) para potenciar las ventas de los medios. Este análisis, sin embargo, no hace referencia al hecho de que una de las principales funciones de los medios en las democracias, en su carácter de cuarto poder, es hacer un seguimiento activo a las contradicciones en las áreas de interés público y poner estas contradicciones en evidencia, incluso o particularmente contra los deseos de las instituciones en las que surgen estas contradicciones. Las Iglesias y los medios necesitan ser conscientes de estas ideologías en conflicto cuando cada uno de ellos responde al cubrimiento que se hace en los medios de los escándalos en la Iglesia.

La Infraestructura de la Iglesia Católica en los Estados Unidos

La Iglesia Católica Romana ha sido la representante de uno de los sistemas religiosos y de asistencia social globales más grandes a través de la historia. La población católica hoy asciende a 1,045 millones y hay 62.2 millones de católicos en los Estados Unidos; veintidós por ciento de la población total de la nación.[1] Hay 19,093 parroquias católicas o unidades congregacionales en los Estados Unidos (Froehle y Gautier, 2000) y la Iglesia Católica patrocina 1,110 hospitales y centros de salud, 1,085 residencias, 8,170 escuelas y 223 institutos y universidades en los Estados Unidos. Además de esto hay 1,406 agencias de servicio social afiliadas conocidas como Catholic Charities USA. Es evidente que se trata de una gran fuerza de respaldo para la fe y como prestadora de servicios en la cultura estadounidense. 

El número de las personas que ocupan puestos en la Iglesia Católica estadounidense muestra tendencias significativas. Actualmente hay casi 45,000 sacerdotes, pero en 1965 había 58,632. Hay 74,117 religiosas que han hecho sus votos, 100,000 menos que en 1965. Sin embargo, hay 30,000 laicos o religiosos que se ocupan de diversos ministerios en la Iglesia y hay otros 30,000 que están en formación. Hay 13,000 diáconos laicos, 150,000 maestros de escuela católicos y 25,000 laicos asociados a órdenes religiosas. Por tanto, la disminución de sacerdotes y religiosos de alguna manera se compensa con un aumento en la población de ministros laicos certificados y comprometidos. 

Descubrimos tres factores interesantes en la integración de las instituciones y la población católica en la cultura estadounidense. Primero hay una cierta contradicción entre el carácter de los estadounidenses y el catolicismo romano. Los miembros de la Iglesia reflejan el individualismo, el entusiasmo y el consumismo de los estadounidenses en general. Y, como sucede con los otros, la construcción de sentido de los católicos está atravesada por los contenidos de los medios de comunicación. Segundo, una permanente tensión refleja los grandes cambios que se han dado al interior del catolicismo y que fueron identificados en un estudio sociológico realizado hace poco por Richard A. Schoenherr llamado Goodbye Father (2002). Menciona lo siguiente: un movimiento del dogmatismo hacia el pluralismo, una tensión entre la regla del celibato y una exaltación cada vez mayor de la sexualidad humana, un movimiento feminista fuerte y un empoderamiento cada vez mayor del laicado. Estos factores hacen parte de la matriz de las enseñanzas de la Iglesia y de la cultura estadounidense.

Un tercer factor, que puede afectar el contexto de los escándalos sexuales en la Iglesia Católica, ha sido identificado como “el nuevo anti-catolicismo” por el académico Philip Jenkins en un libro que lleva ese nombre (2003). Jenkins anota que el racismo y las actitudes o comentarios negativos relacionados con las minorías son considerados inaceptables en la cultura estadounidense. Sin embargo, afirma que incluso antes del escándalo por el abuso sexual había una cierta tolerancia frente a los prejuicios anti-católicos, aquellos que iban más allá de una crítica legítima. Cualquier respuesta crítica frente a este prejuicio es denominada censura católica. Hay analistas que, como menciona Peter Steinfels, ven cierta inclinación anticatólica en el cubrimiento que han hecho algunos de los medios. Si bien Jenkins elogia el trabajo de The Boston Globe, en las notas a pie de página en su libro cita muchos ejemplos de relatos y encabezados claramente parcializados. 

El Alcance del Abuso Sexual de los Ministros de la Iglesia

Lo primero que tenemos que decir en relación con el abuso sexual es que éste es perverso, causa daños para toda la vida a sus víctimas y que es necesario hacer todo lo posible para asegurarnos de que no vuelva a ocurrir, que se ha hecho justicia con las víctimas, que se les ha dado el apoyo necesario y que los abusadores sean detenidos y rindan cuentas. No tenemos en el momento cifras exactas del tamaño del problema en la Iglesia Católica, en otros grupos religiosos, en las escuelas o en la población en general. La naturaleza misma del problema dificulta la obtención de cifras exactas. El Reverendo Dr. Marie Fortune, fundador y director del Center for the Prevention of Sexual and Domestic Violence (Centro para prevención de la Violencia Sexual y Doméstica) (www.cpsdv.org), cita en un artículo en Christian Century una ponencia presentada en el Fuller Theological Seminary en la que sugiere que cerca del 38 por ciento de los ministros o sacerdotes se ha involucrado de manera inaceptable sexualmente con sus feligreses (1991). Aunque esta cifra alarmante quizá no es correcta, es claro que sí hay abusos del poder pastoral.

En relación con el abuso juvenil en general, The Economist (Anónimo, 2002: 27-28) anota: “Los abusadores sexuales que persiguen a los niños suelen ir adonde están los niños [...] Enseñan en las escuelas, son entrenadores de los equipos deportivos, dirigen grupos de scouts y centros de atención diaria.” En The Economist se cita a la investigadora Charol Shakeshaft quien descubrió que quince por ciento de los alumnos en las escuelas es víctima del abuso sexual perpetrado por los maestros o los miembros del personal directivo. Esto desde kindergarten hasta la fecha en la que se gradúan. Muchas de estas instituciones hacen arreglos privados y trasladan a los responsables del abuso sexual, no sin antes darles cartas de recomendación. Esta política se conoce con el nombre de “pasar la basura.” Es claro que el abuso de los jóvenes y la actitud encubridora relacionada con éste existe en muchas instituciones y también al interior de las familias.

Es muy difícil cuantificar el número de casos de abuso sexual perpetrado por sacerdotes católicos. Entre las razones para ello tenemos:

  • la cultura de confidencialidad y de secreto en la Iglesia Católica

  • la falta, hasta hace poco tiempo, de expedientes disponibles, y

  • la indecisión de muchas víctimas para hacer la denuncia

The New York Times estableció una base de datos en la que se registran casos de abuso de los sacerdotes católicos haciendo un seguimiento de los periódicos y de los expedientes en los tribunales y la cruzó con documentos y declaraciones de la Iglesia (Goodstein, 2003). Esta información fue contrastada con las listas de los sacerdotes que habían recogido los grupos que defendían a las víctimas. A las diócesis se les pidió una aclaración posterior. Estos datos incluyen casos reportados el año después de que The Boston Globe publicara su primera versión del abuso sexual en enero de 2002. Las cifras que publicamos a continuación han aumentado desde enero de 2003, pero nos ofrecen una instantánea de los datos disponibles en el momento.

En la base de datos de The New York Times están las siguientes cifras: 

  • 1,205 sacerdotes estadounidenses habían sido acusados

  • 4,268 víctimas habían presentado denuncias públicas

  • la mayoría de los delitos de abuso se cometieron en las décadas de 1970 y 1980

  • todas las regiones del país se vieron seriamente afectadas

  • más de una docena de diócesis reportaron más de 20 casos cada una

Es importante anotar que la base de datos de The New York Times incluía “solamente sacerdotes ordenados que habían enfrentado acusaciones específicas de abuso de un niño” (Goodstein, 2003: 1, 20-21). Estas cifras no tenían en cuenta a los diáconos, a los hermanos de alguna comunidad, a las religiosas o a los laicos que trabajan en la Iglesia Católica. Los casos en los que estaban involucrados feligreses adultos tampoco estaban incluidos. El periódico anotaba que la mayoría de los casos de abuso habían tenido lugar hace muchos años y que estaban relacionados con los abusos de jóvenes adolescentes; la pedofilia (adultos interesados en niños preadolescentes) no se incluía en estos registros. 

Los líderes de la Iglesia han sido persistentes en tratar de resaltar que el número de casos empezó a caer significativamente en la década de 1990 porque los obispos comenzaron a enfrentar el problema. También en los programas de formación en los seminarios se adoptaron métodos para hacer un estudio psicológico más sofisticado de los candidatos y en los currículos de los seminarios se incluyeron programas de instrucción en sexualidad humana. Estos hechos, con frecuencia, han sido ignorados por los medios. El John Jay College of Criminal Justice of the City College de Nueva York ha sido encargado de realizar un estudio en profundidad con el fin de obtener cifras más exactas, pero la necesidad que tienen los investigadores de recoger información detallada ha alarmado a muchos obispos. Existe un escepticismo razonable acerca de qué tan dispuesta estará la Iglesia a poner sus archivos a disposición de los investigadores si no es bajo presión de la justicia criminal. En una reunión de obispos estadounidenses en San Luis en junio de 2003, los obispos se reunieron con los investigadores del John Jay College para aclarar objetivos y procedimientos.

Richard Sipe, un ex sacerdote psicoterapeuta que ha prestado sus servicios a cientos de sacerdotes y víctimas del abuso, ha manifestado su profundo respeto por quienes se esfuerzan por vivir el carisma del celibato. Sipe sugiere que es necesario realizar un estudio especial de la sexualidad dentro del culto del celibato clerical.[2] Él calcula que el seis por ciento de los sacerdotes católicos estadounidenses ha estado involucrado en el abuso sexual de jóvenes. Las cifras que maneja Sipe no provienen de investigaciones científicas y hay muchos que lo cuestionan por esto. Sin embargo, la base de datos de The New York Times muestra que 6.2 por ciento de los sacerdotes ordenados en la Arquidiócesis de Baltimore en la última mitad del siglo pasado se han visto implicados en el abuso de menores. En Manchester, New Hampshire, el porcentaje es 7.7 por ciento y en Boston es 5.3 por ciento. Es posible que este porcentaje sea, de alguna manera, representativo de algunas otras diócesis (aunque no todas) si los líderes de la Iglesia fueran más abiertos y otras víctimas se decidieran a declarar. Es posible que haya más víctimas de la década de los noventa, pero muchas de éstas todavía no tienen una edad suficiente que les permita hacer acopio de valor para hablar. Sin embargo, en un estudio que se realizó antes en la Arquidiócesis de Chicago, se encontró que 2.6 por ciento de los sacerdotes había sido señalado y una Junta Revisora de idoneidad comprobada disminuyó este total a un 1.7 por ciento. 

Cubrimiento de los Medios y Respuesta a este Cubrimiento

Aunque los medios han cubierto en el pasado casos muy sobresalientes de abuso sexual de los sacerdotes, un informe realizado a partir de una investigación sistemática del abuso sexual de los sacerdotes y de la actitud encubridora de la Arquidiócesis de Boston fue publicado por The Boston Globe (Globe Spotlight Team, 2002: 1). Esto produjo desde el principio ira y asombro junto con un gran alivio de parte de muchas víctimas que sintieron que su dolor por fin había encontrado eco. En la página web de The Globe es fácil acceder a toda la información que obtuvo el equipo investigador junto con otros recursos y links muy útiles. Debido a la magnitud del problema y a la facilidad para acceder a la información en la red, esta historia fue publicada en los espacios noticiosos más importantes del país y el mundo entero. Con múltiples canales de noticias a través del cable en los Estados Unidos, la historia fue literalmente anunciada con bombo y platillos veinticuatro horas al día.[3]

Steinfels, un laico católico prominente que había sido editor de The New York Times afirmó que “entre el 6 de enero y mediados de abril (cien días) el periódico de Boston publicó más de 250 historias, muchas de ellas en primera plana, acerca del abuso sexual contra menores perpetrado por sacerdotes católicos” (2002: 9). Todo esto y mucho más todavía está disponible en la página web del Globe.

Es interesante reflexionar acerca del papel que jugaron los medios católicos. Hay varias publicaciones católicas quincenales, por ejemplo, America (http://www.americapress.org), una publicación de los jesuitas que es leída con regularidad por muchos obispos y líderes católicos, y Commonweal (http://www.comonnwealmagazine.org), una revista de laicos que ya tiene unas cuantas décadas y es muy respetada. En las dos se publicaron artículos serios y muy variados sobre la cuestión del abuso sexual: acerca del “club de curas” del clero católico, acerca de la homosexualidad dentro de los sacerdotes católicos, y acerca de lo que pueden hacer los laicos para ejercer un mayor liderazgo dentro de la Iglesia. El periódico quincenal National Catholic Reporter (NCR) (http://www.nathcath.com) también hizo un cubrimiento amplio.[4] Otros periódicos católicos más moderados o conservadores son Our Sunday Visitor y The Wanderer. En este último fue publicada la entrevista, antes mencionada, con Philip Jenkins acerca del sesgo anticatólico. The Wanderer también planteó que el cubrimiento de la prensa dejó de lado una parte muy importante del problema: la “sexualización” de la cultura estadounidense. Todas estas publicaciones tienen una versión en la web y sus archivos proporcionan un registro de su cubrimiento muy completo y de fácil acceso. 

Uno de los comentarios más efectivos ha sido el de Steinfels. Su artículo en el Tablet (Londres) que citamos arriba menciona varios problemas:

  • el cubrimiento mostró una comprensión sesgada e imprecisa del problema;

  • el cubrimiento de las posturas y declaraciones de los obispos Católicos con frecuencia era distorsionado;

  • el efecto “tormenta” del cubrimiento casi nunca tenía un análisis ponderado;

  • sacar patrones de todos los datos era casi imposible;

  • “la Iglesia” fue presentada como algo monolítico, no se tuvo en cuenta que se trataba de 194 diócesis diferentes, y

  • la conciencia del problema y la respuesta al abuso creció lentamente tanto en el ambiente cultural como en la Iglesia. 

Aunque sin referirse explícitamente al Globe, Steinfels concluye: “…los columnistas le pasaron muchas facturas a la Iglesia Católica: desde el modo en que habían sido tratados en las escuelas parroquiales hasta la oposición de la Iglesia al aborto y la negativa a ordenar mujeres” (p. 11). Añade que prácticamente no se incluyó ningún comentario que hiciera contrapeso. Al hablar con personal católico que trabajaba en medios de comunicación en Los Ángeles, Steinfels encontró que el fácil acceso a la versión digital del Globe hizo que la historia de Boston tuviera un eco continuo en los reporteros de todo el país y que llegara a convertirse en una especie de molde aun cuando muchas situaciones diocesanas eran muy distintas.

El Reverendo Andrew Greeley, sociólogo y novelista católico muy conocido, escribió en la edición del 20 de febrero de 2003 en la revista America y afirmó que el cubrimiento de The New York Times denotaba un “anticatolicismo virulento.” El National Catholic Reporter manifestó su desacuerdo en un largo editorial titulado “Greely apunta al blanco equivocado” (2003: 4). Si un periodista o una agencia noticiosa tenía cierto prejuicio anticatólico esta cuestión le daba la oportunidad perfecta para airearlo. No es descabellado suponer que esto sucedió varias veces. La mayoría estaría de acuerdo, sin embargo, en que la Iglesia Católica fue claramente culpable al haberse autoinflingido una herida y que cualquier intento de controlar las noticias, como lo había hecho en el pasado, solamente empeoraría las cosas. También hubo un amplio reconocimiento de que los medios le habían prestado un servicio muy especial a la sociedad y a la Iglesia al hacer un amplio cubrimiento del problema. Esto se confirmó cuando le dieron a The Boston Globe el Premio Pulitzer por el cubrimiento del problema del abuso sexual.

Los medios ocasionalmente dieron a conocer los pasos que los líderes de la Iglesia dieron para enfrentar el problema. Entre ellos están el desarrollo de:

  • Un estatuto para la protección de los niños y los jóvenes;

  • Normas básicas para las diócesis en el caso de tener que enfrentar acusaciones;

  • Una oficina para la protección de los niños y de los jóvenes en las curias episcopales;

  • Una junta revisora nacional independiente; y

  • una auditoría nacional para confirmar que las políticas diocesanas hayan sido implementadas.

En la página web de la Conferencia Episcopal Católica de los Estados Unidos (http://www.nccbuscc.org/comm/restoretrust.htm), está disponible toda la documentación relacionada con estas cuestiones, junto con otros elementos (declaraciones, presentaciones, boletines de prensa, interacción con el Vaticano, artículos y antecedentes de las políticas de la Iglesia). Los abundantes recursos disponibles indican que la oficina nacional de los obispos entiende la importancia de tener presencia en la web para proporcionar información e incluso alguna autocrítica.

El Impacto de Internet Como Foro de Discusión 

Internet, evidentemente, constituye un recurso totalmente nuevo para recopilar información, para estudiar y para interactuar. El motor de Internet condujo el escándalo de la Iglesia y sigue haciéndolo. A través de material de archivo pone a disposición de todos, con sólo dar un “click”, el seguimiento de los sucesos publicados en los medios y la posibilidad de hacer un monitoreo actualizado del cubrimiento del tema. Bill Mitchell, egresado de la Universidad de Notre Dame que trabajó como periodista, inició un interesante servicio de seguimiento. Buscaba en Internet dos veces al día el cubrimiento más reciente de los temas relacionados con el abuso sexual del clero, copiaba los titulares, adjuntaba el nombre de la publicación y algunas de las frases y luego establecía los links de cada uno de los artículos con una página web llamada “Clergy Abuse Tracker” (Rastreador del abuso del clero). La página fue hospedada en el sitio del Poynter Institute, un observatorio ético y sitio de entrenamiento de periodistas en St. Petersburg, Florida (http://www.poynter.org/clergyabuse/ca.htm).

Mitchell denominó este sitio “en parte experimento medial, en parte servicio al periodismo y en parte servicio a la Iglesia.” Casi mil usuarios visitaron diariamente este sitio; setecientos se han inscrito en el servicio diario de actualización por e-mail. Quizá la mayoría son periodistas. Una usuaria mencionó que había intentado monitoriar a los periódicos más pequeños para hacerse una idea del impacto producido en las poblaciones y parroquias chicas. Para Mitchel, quien había sido editor de noticias, el cubrimiento del escándalo por parte de los medios ha sido “agresivo” y “muy impresionante.” No cree que los medios “estén persiguiendo a la Iglesia”, sino que más bien le han prestado un servicio[5].

La University of Southern California Annenberg School publica una revista de periodismo online (http://www.oj.org/ojr/ethics/1028655580.php) que contiene un comentario escrito por Stephen O’Leary que se titula “A Tangled Web: New Media and the Catholic Scandals” (Una enmarañada red: nuevos medios de comunicación y los escándalos católicos). Él sugiere que “es posible que Internet haya cambiado el balance de poder que regía antes la transmisión de noticias religiosas” (p.1). O’Leary comenta que la dureza y los informes detallados de esta crisis reflejan un cambio en la manera de juzgar las noticias de los periodistas y que “Internet ha modificado radicalmente el equilibrio que regía las relaciones entre las instituciones de los medios y otros poderes más tradicionales como la Iglesia. Los periodistas y los obispos están luchando con las nuevas realidades que plantea el cubrimiento de la religión en el mundo de la red” (p.2).

La investigación especial de O’Leary está orientada hacia la comunicación religiosa e incluye un estudio de la religión en Internet. Afirma que la red ha puesto a disposición de millones de lectores información detallada y documentos antes secretos acerca del escándalo del abuso sexual. Otro cambio importante es que la web permite que la gente lea las noticias en tandas y por tanto “contribuye a la percepción del problema como algo sistémico y de alcance internacional.” Hace alusión al hecho de que la página web de un grupo de sobrevivientes del abuso sexual perpetrado por sacerdotes tiene hoy un promedio de mil visitas al día y que proporciona grupos de apoyo online para estos individuos. La web ofrece muchos foros tanto para los católicos perjudicados como para los que tienen la esperanza de que las cosas cambien.

Conclusión: El Nuevo Entorno Mediático Para la Práctica Religiosa

Hace pocos años una de las figuras más importantes de la Iglesia Católica en los Estados Unidos, el difunto Cardenal Joseph Bernandin, de Chicago, fue acusado de abuso sexual. El día en que se publicó esta noticia el Cardenal estaba en camino hacia una reunión de obispos en Washington D.C. Él mismo se presentó a la prensa, respondió francamente a sus preguntas y fue el blanco de las miradas de los medios, lo que le causó una humillación extrema. Uno de los reporteros le preguntó si vivía el celibato y él respondió la pregunta. Recuerdo que les dijo a los medios que tenía que tomar el avión para Washington pero que estaba dispuesto a continuar con la conferencia de prensa en cuanto se bajara del avión. Siempre recordaré esto como el ejemplo de un líder de la Iglesia que respetaba el derecho que el público tenía a estar informado y el papel de los medios en el seguimiento de los hechos.

La acusación era falsa y por tanto fue retirada. Más tarde, en una reunión privada que resultó dramática, el acusador y el Cardenal hablaron de reconciliación y de perdón. Cierto tiempo después, Bernandin se reunió de nuevo con los medios para revelar que estaba perdiendo la batalla contra el cáncer y que tenía poco tiempo de vida. Se supo que en esta reunión algunos miembros de la prensa no pudieron contener el llanto. Con Bernandin en portada, la revista Time comentó que el Cardenal, después de que se le diagnosticó el cáncer, se dio a la tarea de trabajar con los pacientes de esta enfermedad, y que al hacerlo nos dio una lección a todos nosotros sobre cómo enfrentar la muerte.

Esta historia presenta un agudo contraste con lo que fueron las relaciones de la Iglesia Católica con los medios durante la crisis del abuso sexual. ¿A qué se debe la diferencia? Primero, el sorprendente alcance del asunto. La mayoría de los católicos, incluso aquellos que trabajan muy de cerca con los dirigentes y con los sacerdotes en las parroquias, no tenían idea del problema o de su tamaño. Simplemente no sospechábamos que esto estuviera pasando. El liderazgo de la Iglesia había sido muy eficaz en mantener el secreto. Y una vez que la cuestión fue revelada, muchas, muchas víctimas se atrevieron a dar testimonio del daño que se les había causado. Era casi increíble el dolor que contenían casi todos estos relatos de vidas heridas. Parecía inconcebible que los obispos pudieran transferir sacerdotes a otras parroquias, con lo que ponían en riesgo a muchos otros jóvenes. La Iglesia parecía más preocupada por proteger a sus sacerdotes y por evitar el escándalo que por salvaguardar a sus jóvenes.

Otro ingrediente importante fue el impacto financiero que se produjo. Se hizo claro que la Iglesia Católica iba a tener que pagar muchos, muchos millones de dólares a los abogados que representaban a las víctimas. Mucha gente decidió suspender sus aportaciones a las obras de caridad de la Iglesia porque creían que su dinero iba a terminar siendo invertido en el pago de estas deudas millonarias.[6] Muchos opinaban que la Iglesia debía vender algunas de sus propiedades (especialmente las enormes residencias de los obispos) para pagar la deuda.

A medida que el problema se hacía más candente, y durante muchos años después de que se suscitara el escándalo, los obispos habían sido orientados por sus abogados y por las compañías de seguros en su respuesta al problema. Algunas veces, las víctimas del abuso de los sacerdotes enfrentaban una enorme presión por parte de los abogados que trataban de intimidarlos o de comprar su silencio. Ahora las víctimas contaban con el apoyo del sistema judicial y del público en general y se vieron fortalecidas por los grupos de apoyo formados por ellos mismos.

Esta presión para que la Iglesia asumiera la responsabilidad y rindiera cuentas tuvo lugar al tiempo que se exhibían los escándalos de algunas de las corporaciones más grandes y de agencias gubernamentales de los Estados Unidos; además el mercado de la bolsa también estaba sujeto a un escrutinio similar por negligencia o malos manejos. La revista Time incluyó los nombres de tres mujeres que estuvieron a la cabeza de las denuncias dentro del grupo de personas que ocuparon la portada de la edición que eligió a los personajes del año. Los estadounidenses estaban muy preocupados por el fracaso de un número considerable de sus líderes. En la Iglesia Católica esto se tradujo en la necesidad de realizar un proceso más cuidadoso para la selección de obispos.

No hay duda de que la nueva cultura mediática contribuyó a la percepción de esta crisis. Durante veinticuatro horas los distintos medios informativos (canales de noticias por cable, la radio, los “talk shows” en televisión, Internet) mantuvieron presente el tema. El drama explotó: los cardenales fueron llamados a Roma para entrevistarse con el Papa, los obispos prepararon una reunión en Dallas en la que se debatiría una política de “cero tolerancia” y en muchas diócesis salieron a la luz nuevos casos. El sistema de justicia criminal se involucró cuando los abogados de las víctimas empezaron a exigir a muchos obispos la entrega de archivos y a llamarlos a declarar bajo juramento sobre lo sucedido y la forma en la que la Iglesia había manejado los casos. Todo este drama alimentó el cubrimiento de los medios porque el testimonio bajo juramento de los obispos fue publicado en Internet.

Todo este cubrimiento careció de los matices necesarios y de un análisis sistemático. Casi siempre se pasó por alto el hecho de que algunos casos se referían a hechos de muchos años atrás. Se habló todo el tiempo de la crisis de la pedofilia cuando muy pocos de los casos involucraban a niños pequeños (aunque sí se dieron algunos casos sobresalientes). También hubo muy poco análisis para diferenciar entre una confidencialidad legítima y una amplia cultura del secreto. Era difícil hablar de la necesidad de perdón y a la vez responsabilizar a los culpables.

A medida que el cubrimiento de los noticieros se hacía mayor y la información permanecía online para referencia permanente, se hizo claro que había problemas sistémicos en la Iglesia que debían ser confrontados, analizados y corregidos. Entre estos estaban:

  • Considerar a los sacerdotes y a los obispos como una fraternidad exenta de la rendición de cuentas.

  • La existencia de un clima de secreto y de protección que respaldaba esta falta de rendición de cuentas.

  • Una falta de respeto a las voces de los laicos (con frecuencia las madres) que se quejaban, y

  • Una ambivalencia en la población católica acerca de la enseñanza sexual de la Iglesia.

Debido a la cultura del disenso entre los católicos liberales y los conservadores, la cuestión del abuso sexual se enredó en agendas de otra índole. Algunos afirmaban que el problema era el celibato. Otros exigían con fuerza que la Iglesia actualizara su teología acerca de la sexualidad, pero muchos que se decían católicos ya habían hecho suya buena parte de la liberación sexual existente en la cultura y en los medios estadounidenses.

Los laicos en la Iglesia, tanto hombres como mujeres, empezaron a ver la necesidad de aceptar su responsabilidad como Iglesia en lugar de permitir sumisamente que el “club clerical” manejara totalmente las estructuras de la institución. Muchos reconocieron que, fuera de algunas enseñanzas o dogmas específicos, había necesidad de introducir muchos cambios en el sistema administrativo de la Iglesia, incluyendo la transparencia en el manejo financiero y en su estructura de liderazgo y de toma de decisiones. En un análisis muy ponderado en la revista Commonweal, el teólogo Luke Timothy Johnson hizo referencia a los cambios dentro de la cultura católica en las últimas décadas en los Estados Unidos (2003: 11). Johnson afirma que esto tiene que ver con la manera en la que los católicos ven el sexo y la moral sexual. Acusó a la Iglesia Católica de incoherencia en sus enseñanzas de la sexualidad junto con un abuso de poder corruptor, que rehúsa escuchar los planteamientos de las mujeres y de otros laicos para revisar su moral sexual.

Yo le he seguido la pista a este asunto desde la perspectiva de la comunicación. Independientemente de la cuestión de quiénes deben ser sacerdotes y si ellos deben o no casarse, la Iglesia parece ser un sistema de comunicación disfuncional con una tendencia exagerada a la secrecía, una casi nula transparencia y con una arrogante falta de rendición de cuentas. En otros trabajos he afirmado que las herramientas de comunicación interactiva parecen ser una metáfora de una Iglesia más dialógica (Plude, 1992, 1994, 1996); ahora parece estar claro que no se trata simplemente de una cuestión de diálogo, de hablar y escuchar más. Más bien, tanto la Iglesia Católica como otras Iglesias deberían asumirse como sistemas dialécticos. En el lenguaje de la teoría cibernética, ellas deben aceptar los inputs y responder con outputs adecuados con el fin de mantener el equilibrio del sistema. De nuevo, no estamos hablando de doctrina, sino de estructuras de comunicación organizacional. 

Es vital para las autoridades de la Iglesias que escuchen de verdad. La gente todavía dice que algunos de los obispos “sencillamente no lo han captado.” Mientras que los obispos sigan negándose a permitir que los grupos que pertenecen a la Voz de los fieles y otros grupos se reúnan en espacios de propiedad de la Iglesia están demostrando su falta de disposición a escuchar a su propia gente. En su trato con los medios, los dirigentes de la Iglesia a veces han reprendido al personal que trabaja en ellos como si fueran niños desobedientes. Hay preocupaciones reales y muchas críticas que se pueden hacer al papel de los medios, son problemas que deben afrontarse. Pero también es cierto que muchas de las figuras mediáticas más importantes en los Estados Unidos son católicos creyentes bien preparados. Deberían ser invitados con frecuencia para compartir sus ideas y sugerencias para que la Iglesia pueda ser una mejor comunicadora. Los obispos tienen un Comité de Comunicaciones pero la situación actual exige más conocimientos y mayor pericia. Hay un problema de confianza y credibilidad, no se trata exclusivamente de saber llevar unas relaciones públicas poco conflictivas[7].

La Iglesia Católica en los Estados Unidos puede beneficiarse de la limpieza que tiene que darse ahora. Si reconocen que el público en general está preparado para leer los medios, todas las Iglesias pueden utilizar las herramientas modernas de la telecomunicación para ser comunicativas, en lugar de tratar de controlar mensajes empaquetados. Como se mencionó antes, las Iglesias tienen que estudiar y ser conscientes de los énfasis más actuales sobre cómo reciben las audiencias las narrativas de los medios, qué tan interactiva se ha vuelto la cultura y cómo responden las organizaciones eclesiales y mediáticas al escándalo en los muy diversos campos.

Mencioné antes el principal impacto de la Iglesia Católica a lo largo de sus dos mil años de historia. Los dos milenios anteriores, junto con la presencia divina al interior de la Iglesia, constituyen lo que mi amigo cristiano ortodoxo me recuerda ser “la Iglesia invisible.” Hay este otro componente: las oraciones y los sacrificios que sin cesar los individuos han hecho a lo largo de los siglos para sanar tanto la herida institucional como el mundo adolorido. Toda esta presencia y todas estas oraciones seguirán haciendo parte del proceso de renovación. 

El difunto Cardenal Bernandin inspiró un proyecto llamado Catholic Common Ground Initiative. La meta era disponer de un espacio de diálogo al interior de la Iglesia. En el boletín informativo del 3 de diciembre de 2001, el grupo publicó una entrevista con el Reverendo Ladislas Örsy, un jesuita muy respetado y experto en derecho canónico. Él dijo: “El diálogo es, y debe ser, parte integrante de la vida de una comunidad cristiana porque no hay nadie que tenga el privilegio de poseer la totalidad de los misterios divinos para poder dar la última palabra acerca de ellos. Los misterios fueron entregados a la comunidad entera” (p. 6).

Referencias Bibliográficas

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[1] Todas las estadísticas han sido tomadas del Center for Applied Reserarch in the Apostolate (CARA) en la Universidad de Georgetown. Las cifras son del año 2002.

[2] Los dos volúmenes que ha escrito Sipe sobre este tema son: A Secret World: Sexuality and the Search for Celibacy (1990) y Sex, Priests, and Power: Anatomy of a Crisis (1995).

[3] En Boston dos factores adicionales contribuyeron a aumentar el frenesí. En Betrayal (2003) el libro que publicó el Boston Globe se afirma: “[Boston] es la única arquidiócesis importante en los Estados Unidos en donde los católicos son más de la mitad de la población. En ninguna otra de las ciudades estadounidenses grandes hay más católicos representados en los espacios políticos, en los tribunales de justicia, en las juntas directivas. No hay ninguna otra ciudad en la que el escándalo se hubiera sentido con más hondura. Tampoco hay ninguna otra zona en la que se erosionara tanto la deferencia con la que tradicionalmente se trata a la Iglesia” (p.7). Por tanto, el periódico enfrentó tanto la posibilidad de ser sometido a una gran presión para que callara la historia como la de una reacción violenta de los lectores. Por el contrario, los católicos agradecieron la publicación y su encono se dirigió contra los líderes de la Iglesia. Muchos de los jueces y de los abogados de las víctimas que enfrentaron la Iglesia en el caso eran católicos muy conocidos. El segundo aspecto que hace que el caso de Boston fuera único es que el Cardenal Bernard Law, cabeza de la Iglesia local, se convirtió en el pararrayos que recibió el impacto de la tormenta. Durante muchos años fue uno de los representantes de la Iglesia con más poder tanto local como en Roma, su actitud encolerizó a la gente de los medios, a los católicos y a la población en general. Por primera vez católicos devotos salieron a la calle a protestar, los sacerdotes empezaron a hablar contra su pastor y una organización denominada La voz de los fieles (Voice of the Faithful) (http://www.votf.org) empezó a proporcionar una ruta sistemática para organizarse para lograr un cambio en la Iglesia. Mucha gente pidió la dimisión del Cardenal Law quien finalmente renunció a su cargo.

[4] NCR ha sido uno de los periódicos líderes al interior de la Iglesia en el cubrimiento de cuestiones sexuales. Fue el primero en publicar la historia del abuso sexual de unas religiosas en África perpetrado por sacerdotes católicos cuando los líderes de la Iglesia en Roma seguían silenciando el problema. John Allen, Jr. es su corresponsal en Roma, lo que asegura la publicación regular de comentarios procedentes del Vaticano tanto en el periódico impreso como en su sitio web.

[5] Si examinamos la página web de The Boston Globe (http://www.boston.com/globe/spotlight/abuse) nos damos cuenta del amplio espectro que tiene una biblioteca virtual. La página ofrece a sus visitantes un archivo completo del cubrimiento de Globe y una organización de diversas categorías de información. Entre estas encontramos: la caída del Cardenal Law, los textos de las declaraciones legales, las víctimas, los costos financieros, la respuesta de la Iglesia, investigaciones y demandas. Además la página ofrece una lista extensa de recursos, proporciona links directos con los distintos medios, páginas oficiales de la Iglesia, grupos de reforma de la Iglesia, grupos de víctimas, prensa católica, etc. Se ofrecen tableros de mensajes para que los individuos puedan colocar sus comentarios y un mapa interactivo que permite a cualquier persona ver exactamente a dónde han sido enviados los sacerdotes acusados. También se proporciona material documental en videos. Esta página y otras ofrecen un nuevo tipo de espacio no lineal para que los individuos se desplacen en él. Una página como ésta está disponible a todas horas, así incluso meses después de los hechos es posible mantenerse al día. Otro fenómeno de Internet son los weblogs, en ellos los individuos proporcionan sus reflexiones y otros les pueden responder. Uno de estos blogs se llama “Catholic and Enjoying It!” (¡Católico y lo disfruto!) (http://www.markshea.blogspot.com). La página web Voice of the Faithful (http://www.votf.org) ofrece un foro permanente para aquellos que buscan un grupo de apoyo para introducir cambios en la Iglesia. Entre los objetivos de VOTF están: apoyar a quienes han sido víctimas del abuso, apoyar a los sacerdotes que intentan conservar su integridad, y darle forma a un cambio estructural con la Iglesia Católica. Su página ofrece una lista de “quince cosas que cualquier católico puede hacer.”

Otro aspecto de Internet es el trabajo que se está realizando en institutos y universidades para renovar la Iglesia Católica a la luz del escándalo. Instituciones Católicas importantes como la Universiad de Notre Dame y el Boston College se han comprometido con el desarrollo de proyectos de investigación de gran envergadura para sacar provecho de la experiencia que tienen sus instituciones. El proyecto del Boston College se llama “The Church in the 21st Century: From Crisis to Renewal” (La Iglesia en el siglo XXI: de la crisis a la renovación). Es posible acceder a su página web (http://www.bc.edu/church21) en la que a través de audio y de video se pueden escuchar las ponencias, verificar las ofertas de seminarios y otras publicaciones ocasionales. También está disponible una bibliografía extensa acerca de temas como: los roles de los laicos, hombres y mujeres, de los sacerdotes y los obispos; la sexualidad en la tradición católica y en la cultura contemporánea; trasmitir la fe a las nuevas generaciones; y páginas web para hacer investigación en religión y ciencias sociales. 

[6] Las diócesis de Louisville y de Boston tuvieron que pagar 25 y 85 millones de dólares respectivamente.

[7] En 1977 se realizaron dos investigaciones para ver cómo obtenían información los católicos de Inglaterra y los de Gales, cuál era el impacto relativo de diversas fuentes informativas y qué percepción tenían de la Iglesia Católica tanto los católicos como los no católicos. Los dos estudios mostraron que la experiencia personal era un factor clave para la percepción individual que se tenía de la Iglesia. (La experiencia en las escuelas católicas fue uno de los factores positivos casi sin excepción). Ver McDonnel, 2003.